Mis pasos son ligeros como la brisa, debería sentirme inquieta pero él me inspira victoria. Una gran torre se alza a mis espaldas, tras ella el camino a nuestra base, el cobijo de nuestro nexo, de nuestra gloria. No podemos caer, ellos van a ser duros rivales y al igual que nosotros, van a dar su vida por defender el camino.

El tirador enemigo hace alarde de
sus balas impactando en nuestros súbditos, una de ellas roza el hombro de mi
compañero, gime y retrocede. Debo actuar rápido y con cautela; coloco un
guardián de visión al filo del interior del arbusto que me precede y entonces
empiezo a lanzar notas con mi Etwahl. Del interior de la melodía, intangible y finita,
surgen dos acordes estridentes que como púas invisibles hacen mella en el enemigo,
el cual retrocede llevándose las manos a los oídos.
Su compañero no se ha quedado de brazos cruzados,
aprovechando que mi aliado está malherido ha decidido ir a por todas. Una gran
cadena, fría y pesada, atrapa la pierna de nuestro tirador impidiendo que éste
pueda retroceder y resguardarse. Me hago paso entre los súbditos para bloquear
con mi cuerpo todo el daño que mi amigo puede recibir. Es un duelo a muerte,
ellos nos golpean con rabia mientras avanzamos a duras penas hacia la torre;
toco una melodía dulce y cálida que nos envuelve de energía y vitalidad.
No puedo hablar, más bien él no puede escucharme, pero
su mirada denota agradecimiento. Los súbditos aliados ganan terreno lastimando
al enemigo. Por otro lado nosotros, bajo la torre, resguardados del impacto de
los golpes iniciamos un pequeño descanso. Ellos son fuertes, pero nosotros
vamos a ser más astutos. Escuchamos un ruido tras los arbustos que rodean la
entrada a la jungla, eso solo significa que ya llegan los refuerzos.

Salimos de la protección de la torre, irónicamente a la
cual debemos de proteger, y nos colocamos unos pasos por delante. Queremos que
ellos nos vean, encender su instinto de agresividad, vamos a ser las presas que
les den caza. Tras un destello, un golpe pesado me impacta y vuelvo a ver de
nuevo las dichosas cadenas de Thresh causando estragos, me siento blanda y
pequeña. Escucho a Graves gritar barbaries mientras estoy siendo arrastrada
cuando alcanzo a ver unos pies descalzos a mi lado: Lee Sin siempre acude en el
momento preciso. Una certera patada en el cráneo de mi agresor y me encuentro
liberada, rodando por el suelo, el carcelero no sufre la misma suerte y acaba
siendo lanzado hacia nuestra torre. Escapar va a ser imposible para él:
incapacitado por el impacto y sin visión por una bomba de humo, acaba sin vida
a manos de nuestro tirador. Su aliado ha huido para salvar el pellejo, sabe que
no tiene nada que hacer contra tres personas.
El ataque de nuestro compañero
les ha pillado por sorpresa, deben reforzar su visión estratégica si quieren
alzarse con la victoria.
Lee Sin me ayuda a ponerme en pie mientras Graves
acaba de deshacerse de los súbditos enemigos que aún circulan por nuestra
línea.
Las manos del monje son fuertes y están llenas de
marcas causadas al moverse por la jungla, la sangre reseca y el musgo adornan
su curtida piel. De mi instrumento emanan unas bonitas notas que parecen
revitalizar el cansancio del luchador, me dedica una reverencia y con los pasos
más ligeros que haya visto antes, desaparece entre la maleza para ir allá dónde
le necesite el resto del equipo.
Vamos a por armamento a la base
para volver a la batalla más superiores. La balanza se decanta a nuestro favor,
todo el equipo supera las fuerzas enemigas. Únicamente necesitamos mantener el
mismo ritmo y no pecar de exceso de confianza.
En palabras de Graves: “Vamos a
ganar ya esta mierda que me estoy quedando sin cigarros”.
Una buena tf en bot, transformada en uan genial narracion, muy buena o.o)b
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